jueves, 3 de marzo de 2011

Desde Granada volví...

Mucho tiempo sin escribir porque estaba preparando mi visita a Granada, ahora que he vuelto de esta ciudad y todavía percibo sus olores y colores, voy a contar lo que ha supuesto para mi conocer otra cultura que poblaba Al-Andalus.
Fátima, la amiga de mi hijo, me estaba esperando; nos dirigimos a su casa ubicada en el Albaicín. El recorrido por las calles llenas de tráfico me adentraba en la idea que uno tiene cuando no conoce una ciudad y va descubriendo sus matices. He viajado mucho y pensar que estaba en la cuna de la dinastía nazarí, con quién Al-Andalus llegó a su máximo esplendor, me produjo una gran satisfacción.
La subida por ese laberinto de calles, donde casi rozas a los peatones, me transportó a lo que tantas veces había leído, a la magia y al color de Al-Andalus.
Palacio de Carlos V desde el Albaicín
Sabía que había mucho que ver, así que sin descansar del viaje fuimos al Mirador de San Nicolás a ver la puesta de sol; el ambiente era estupendo, mucha gente había pensado lo mismo que nosotros, ver el sol reflejado, en su descenso, sobre la sierra y la Alhambra.
Y cuando el palacio reflejó los rayos del sol poniente, sus torres tomaron un tono rosado también reflejado en la nieve de Sierra Nevada, que me recordó que las palabras calat al-hamra significan, de acuerdo con la traducción habitualmente aceptada, "el castillo rojo".  Pero los historiadores  dicen que los musulmanes encalaron todos sus edificios, por lo cual prefieren explicar el nombre como tributo al fundador del castillo, el Emir Alhamar.
Lo que estaba sintiendo tenía un sabor agridulce, me acordaba de Samuel, seguía en Toledo, y de las personas que quiero, porque es tal la belleza que vi  que necesitaba compartir estos momentos.
Me he dado cuenta en estos días que, desde cualquier punto de Granada, tenemos vistas grandiosas.

  

 Cuando fue anocheciendo la bajada al Paseo de los Tristes, así llamado porque los granadinos llevaban a sus muertos al cementerio por ese camino, me descubrió otra Alhambra, más cercana e iluminada.
Paseamos por la Carrera del Darro, así llamada por el río que la jalona.
Los romanos lo llamaban el Río de Oro - aurus - debido a los buscadores que, hasta tiempos bastante recientes, se ganaban la vida sacando pepitas de su lecho. Los moros lo pronunciaban Hadarro, y los cristianos que les reemplazaron decían Dauro, transformándose en el lenguaje popular de hoy como Darro.
El paseo por la orilla izquierda del río, desde Paseo de los Tristes a Plaza Nueva, con sus restos de un puente y de un baño moro, "El Bañuelo", que formaba parte de una mezquita, y sus dos puentes de piedra, sus dos conventos y una iglesia, es de los más románticos que he conocido. Tiene, además, varios palacios y todo a la sombra de las poderosas torres de la Alhambra.
Todo esto lo tenía que ver a la luz del día.
Empezaría por el "hamman" del Bañuelo para recordar los baños que suelo frecuentar en Estambúl.
Sus columnas y capiteles fueron recuperadas de las ruinas de edificios visigóticos y romanos, e incluso de los restos del palacio de los Califas de Córdoba, Medina al-Zahara.
El día era espléndido y los rayos de luz entraban por las aberturas hechas en las bóvedas.
Esclavos abrían los cristales de las aberturas en la cúpula para liberar el vapor cuando la temperatura en el interior se hacía excesiva para los bañistas.
El agua se canalizaba por tubos compuestos de segmentos encajados hechos de barro cocido, hacia las salas cálidas, templadas y frías del hammam, entre los cuales pasaban los bañistas, siguiendo el modelo romano.
Baños del Bañuelo desde la Alcazaba
Fue el único hammam de la ciudad que no fue destruido por los cristianos.

Sinfonía de luz en El Bañuelo


Me di cuenta del mestizaje de culturas; Granada, como exponente musulmán, me mostraba que ocho siglos no se diluyen facilmente y que cada piedra de la antigua ciudad, Albaicín, poblada por los Almorávides y los Almohades, ofrecía ese clamor del almuédano en las mezquitas.
La importancia que el agua tenía para los musulmanes se aprecia en las acequias que discurren por la Alhambra y en los 26 aljibes que aún se conservan anexos a las mezquitas, hoy iglesias.
El rumor de las fuentes en el Generalife - Gamal Alarife - Jardín del paraíso, me transmitió esa paz que ahora conservo en mi corazón.
Fueron unos días de descubrimientos, donde pude disfrutar de la Granada de los cármenes y de los baños, de los rosados atardeceres y del frescor de las mañanas. Nunca olvidaré este viaje, pues como pude escuchar,  "Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada."

4 comentarios:

  1. Es maravilloso seguir tu viaje y descubrir los aromas, las luces y la sensibilidad de la tierra andalusí.

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  2. Baladilla de los tres ríos
    ..
    El río Guadalquivir
    va entre naranjos y olivos.
    Los dos ríos de Granada
    bajan de la nieve al trigo.
    ¡Ay, amor
    que se fue y no vino!
    El río Guadalquivir
    tiene las barbas granates.
    Los dos ríos de Granada
    uno llanto y otro sangre
    ¡Ay, amor
    que se fué por el aire!
    Para los barcos de vela
    Sevilla tiene un camino;
    por el agua de Granada
    sólo reman los suspiros.
    ¡Ay, amor
    que se fue y no vino!
    Guadalquivir, alta torre
    y viento en los naranjales.
    Dauro y Genil, torrecillas
    muertas sobre los estanques.
    ¡Ay, amor
    que se fue por el aire!
    ¡Quién dirá que el agua lleva
    un fuego fatuo de gritos!
    ¡Ay, amor
    que se fue y no vino!
    Lleva azahar, lleva olivas,
    Andalucía, a tus mares.
    ¡Ay, amor
    que se fue por el aire!

    Cuando he leído tu entrada me he acordado de este poema de Lorca. Besos, Karen

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  3. El agua cantarina inspiro a Lorca como también a Falla que, reunidos en su Carmen, compartieron amenas tertulias llenas de genialidades.

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  4. Este viaje es cada vez más interesante.
    Karen eres el hilo conductor de una aventura de arte, literatura y ciencia. Un abrazo de buienvenida.

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